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PROBLEMAS DE DESARROLLO EN LA INFANCIA 
Los problemas de desarrollo en la infancia incluyen, entre otros, un progreso insuficiente, problemas de comportamiento, de alimentación y de sueño, dificultades para ir solo al baño, fobias, hiperactividad, falta de atención y dificultades de aprendizaje.
Progreso insuficiente
El progreso insuficiente se refiere principalmente a un retraso en el crecimiento físico (tamaño); el desarrollo (la maduración) también puede retrasarse como resultado de un insuficiente crecimiento físico o de problemas causados por un retraso en el crecimiento.
Causas
La incapacidad de progresar suele afectar a los niños pequeños, especialmente a los menores de 2 años de edad. Un niño incapaz de progresar no está recibiendo suficiente nutrición como para crecer y desarrollarse de forma normal. Puede presentar un trastorno físico subyacente que afecte a su capacidad para ingerir, absorber, procesar o retener los alimentos. Pueden también influir ciertos factores psicológicos, sociales o económicos. El niño puede no tener apetito o puede no estar recibiendo alimentos suficientes. La falta de apetito puede ser consecuencia de una depresión. Un niño que no recibe suficiente estímulo social puede deprimirse, como sucede con un niño aislado en una incubadora que no recibe suficiente atención por parte de los padres o de las otras personas que le cuidan.
Diagnóstico
Los lactantes y niños pequeños siempre se miden y se pesan durante las revisiones periódicas. El médico compara estas mediciones con las obtenidas en la visita anterior, así como con los cuadros que indican la relación altura-peso estándar. Si el ritmo de crecimiento es adecuado, el niño puede ser normal aunque pequeño de tamaño.
Para determinar por qué el niño es pequeño, el médico realiza un examen físico y formula preguntas detalladas a los padres acerca de la alimentación, los problemas sociales y las enfermedades que el niño ha tenido o las que afectan a la familia. Pueden realizarse análisis sistemáticos, como un recuento completo de sangre. Se realizan exámenes más extensos únicamente si el médico sospecha que existe alguna enfermedad subyacente.

Los niños que no progresan, especialmente durante el primer año de vida (un momento importante para el crecimiento cerebral), quizás nunca puedan alcanzar desde el punto de vista social o del desarrollo a los niños de su misma edad, aun cuando mejore su crecimiento físico. El tipo y el alcance de los problemas de desarrollo o sociales y emocionales varían según el niño. En un tercio de estos niños se observa que el desarrollo mental, especialmente las aptitudes verbales, siguen estando por debajo del nivel normal. Alrededor de la mitad de los niños continúa teniendo problemas sociales y emocionales o bien de alimentación, como un carácter caprichoso o lentitud para comer.
Problemas de conducta
Los problemas de conducta son patrones de comportamiento tan difíciles que amenazan las relaciones normales entre el niño y quienes le rodean.
Los problemas de comportamiento pueden ser causados por el entorno del niño, su salud, su temperamento innato o su desarrollo. Una mala relación con sus padres, profesores y personas que le cuidan también puede ser la raíz de un problema de conducta.
Para diagnosticar un problema de comportamiento, el médico o el terapeuta pide a los padres una descripción completa y cronológica de las actividades del niño de un día cualquiera. Las conversaciones se centran en las circunstancias que producen el problema de conducta y los detalles del comportamiento en sí mismo. El médico también observa la interacción entre el niño y sus padres.
Los problemas de conducta tienden a empeorar con el paso del tiempo y un tratamiento precoz puede contribuir a evitar su progresión. Un contacto más positivo y placentero entre los padres y el niño puede elevar la autoestima de unos y otros. Una mejor interacción puede ser útil para romper el círculo vicioso de comportamientos negativos que causan respuestas igualmente negativas.
Problemas de disciplina
Los problemas de disciplina son comportamientos inapropiados que surgen cuando la disciplina no es la adecuada.
La disciplina es una técnica de premios y castigos encaminada a conseguir el comportamiento deseado. Los esfuerzos por controlar la conducta del niño a través de las reprimendas o los castigos físicos, como los golpes suaves, pueden funcionar si se usan con cautela y con poca frecuencia, pero pierden efectividad si se usan en exceso. Regañar o pegar a un niño también puede contribuir a reducir su autoestima y sensación de seguridad. No conseguir disciplinar correctamente a un niño puede derivar en un comportamiento socialmente inaceptable. Las amenazas de marcharse los padres o de alejar al niño pueden ser psicológicamente perjudiciales.
Las alabanzas y las recompensas pueden reforzar el buen comportamiento. En los casos de mal comportamiento, un procedimiento de “tiempo de exclusión” puede ser muy útil. Para llevar a cabo este proceso se necesita un pequeño reloj de cocina y una silla. La silla se coloca en una zona sin distracciones, como la televisión o los juguetes. Nunca hay que colocarla en el cuarto del pequeño ni en un sitio oscuro o atemorizante. Las “exclusiones” constituyen un proceso de aprendizaje para el niño. Lo ideal es utilizarlas para algunos tipos determinados de comportamiento inapropiado.
Los padres deben crear momentos especiales para relacionarse placenteramente con ellos todos los días ya que los niños, por lo general, prefieren la atención que se les presta cuando se portan mal a que no se les haga caso en absoluto. Los momentos agradables que compartan también les brindarán una oportunidad de recompensar el buen comportamiento.
Patrón de círculo vicioso
Un patrón de círculo vicioso es un ciclo de comportamiento negativo (malo) por parte del niño que genera una respuesta negativa (ira) en los padres o en la persona que le cuida, seguida de otro comportamiento negativo por parte del niño, causando una nueva respuesta negativa en los padres.
Los círculos viciosos suelen comenzar cuando un niño es agresivo y opone resistencia. Los padres o quien esté cuidando al niño responden con reprimendas, gritos y castigos físicos. Pueden estar reaccionando ante la habitual actitud negativa de un niño de 2 años o ante las respuestas de uno de 4, o bien pueden estar intentando controlar a un niño que ha tenido un temperamento difícil desde su nacimiento. Estos niños suelen reaccionar al estrés y al malestar emocional con testarudez, réplicas insolentes, agresividad y estallidos de mal humor más que con llanto.
Los círculos viciosos también pueden surgir cuando los padres reaccionan con sobreprotección y un exceso de permisividad ante un niño temeroso, aferrado a ellos o manipulador. Se suele llevar al niño a ver a un médico por problemas “de salud” que resultan estar relacionados con el comportamiento. Un día normal incluye conflictos a la hora de comer y dificultades cuando los padres deben dejar al niño solo, como a la hora de la siesta o por la noche. Los padres tienden a realizar tareas que el niño puede hacer de forma independiente, como vestirse y comer solo. Suelen creer erróneamente que el niño resultará perjudicado si se le somete a cierta disciplina.
Tratamiento
El patrón del círculo vicioso puede romperse si los padres aprenden a ignorar el mal comportamiento que no afecte a los derechos de los demás, como las rabietas o el hecho de negarse a comer. Sin embargo, para la clase de comportamiento que no puede ignorarse, se puede intentar recurrir a la distracción o al procedimiento de la “interrupción”. Se puede también reducir la fricción e impulsar el buen comportamiento alabando apropiadamente al pequeño. Además, los padres y el niño deben pasar al menos 15 o 20 minutos al día realizando alguna actividad que todos disfruten. Si estos ajustes no rompen el círculo vicioso de comportamiento en un período de 3 a 4 meses, puede ser necesario que el niño sea visto por un psicólogo o un psiquiatra.
Problemas de alimentación
Una falta corriente del apetito, causada por un menor índice de crecimiento, es muy frecuente en los niños entre 1 y 8 años de edad. Los problemas de alimentación pueden surgir si la persona que cuida del niño intenta obligarle a que coma o muestra demasiada preocupación por el apetito del pequeño o por sus hábitos alimentarios. Mientras los padres obligan y amenazan, los niños con problemas de alimentación son capaces de permanecer sentados en la mesa con la comida en la boca. Algunos niños pueden vomitar como respuesta a los intentos de los padres de forzarles a comer.
Tratamiento
El tratamiento requiere disminuir la tensión y las emociones negativas que rodean las horas de la comida. Pueden evitarse las escenas emocionales colocando la comida frente al niño y retirándola al cabo de 15 o 20 minutos sin hacer comentario alguno. Al niño se le debe permitir que coma lo que desee a la hora que le corresponde, pero es necesario prohibirle “picar” entre comidas. Con esta técnica, se recupera rápidamente el equilibrio entre el apetito, la cantidad de alimentos que se ingiere y las necesidades nutricionales.
Problemas de sueño
Las pesadillas son sueños atemorizantes que se producen durante el sueño REM (movimiento ocular rápido). El niño que tiene una pesadilla suele despertarse por completo y puede describir vivamente los detalles de su sueño. Es normal que de vez en cuando tenga pesadillas, así que todo lo que se necesita es que sus padres o la persona que le cuida le reconforte. Sin embargo, las pesadillas frecuentes son anormales y pueden indicar un problema psicológico subyacente. Las experiencias atemorizantes, incluyendo los cuentos de terror o los programas televisivos violentos, pueden provocar pesadillas. Esta causa es particularmente frecuente en los niños entre 3 y 4 años de edad, que no pueden distinguir claramente entre fantasía y realidad.
Los terrores nocturnos son episodios en los que el niño se despierta de forma incompleta y con extrema ansiedad, poco después de haberse dormido. El niño no recuerda estos episodios. El sonambulismo consiste en levantarse de la cama y caminar por la casa aparentemente dormido. Tanto los terrores nocturnos como el sonambulismo suelen ocurrir cuando el niño se despierta de forma incompleta de un sueño profundo (no REM), interrumpiendo las tres primeras horas de sueño. Estos episodios duran entre pocos segundos y varios minutos. Los terrores nocturnos son dramáticos debido a los gritos y el pánico inconsolable del niño durante el episodio; son más frecuentes entre los 3 y los 8 años de edad.
Un sonámbulo camina con torpeza pero no suele chocar contra los objetos con que se cruza. Parece confundido pero no asustado. Un niño sonámbulo se despierta de pronto con la mirada perdida o confusa. Al principio no está completamente despierto ni puede contestar a las preguntas. Por la mañana es incapaz de recordar el episodio. Alrededor del 15 por ciento de los niños entre 5 y 12 años de edad sufre al menos un episodio de sonambulismo. Del 1 al 6 por ciento de los niños, más frecuentemente los de edad escolar, padecen sonambulismo de forma persistente. Un incidente estresante puede desencadenar uno de estos episodios.
La resistencia a acostarse es un problema frecuente, particularmente en los niños entre 1 y 2 años de edad. Los niños pequeños lloran cuando se les deja solos en la cuna o salen de ella para ir en busca de sus padres. Este comportamiento está relacionado con la ansiedad por la separación y con los intentos del niño de controlar más aspectos de su entorno.
El despertar durante la noche es otro problema de sueño de los niños pequeños. Alrededor de la mitad de los bebés entre 6 y 12 meses de vida se despierta durante la noche. Los niños que sufren ansiedad por la separación también suelen hacerlo. En los niños mayores, el hecho de despertarse por la noche suele ser consecuencia de una mudanza, de una enfermedad o de otro suceso estresante. Los problemas de sueño pueden empeorar si el niño duerme largas siestas durante la tarde y participa en juegos demasiado excitantes antes de acostarse por la noche.
Tratamiento
Tanto los terrores nocturnos como el sonambulismo casi siempre desaparecen por sí solos, a pesar de que pueden producirse episodios ocasionales durante años. Si los problemas persisten en la adolescencia e incluso en la edad adulta, es posible que exista algún problema psicológico.
No sirve absolutamente de nada dejar que un niño que se resiste a ir a la cama se levante o se quede en el cuarto de sus padres todo el tiempo que desee para que se sienta mejor. Permitir que un niño duerma con sus padres no hace más que prolongar su problema de despertarse por la noche. Es igualmente contraproducente jugar con el niño o darle de comer durante la noche, así como castigarle físicamente o regañarle. Suele ser más efectivo llevar al niño de nuevo a su cama con simples frases tranquilizadoras. También da buenos resultados contarle un cuento corto, ofrecerle su muñeco o su manta favorita y dejar una luz encendida por la noche. Para controlar completamente el problema, uno de los padres puede sentarse en el pasillo sin hablar, frente al cuarto y bien a la vista del niño, para asegurarse de que éste siga en la cama. Entonces el pequeño aprende que no está permitido levantarse de la cama. También aprende que los padres no pueden volver a entrar en su cuarto para contarle cuentos ni jugar. Finalmente, el niño se queda dormido.
En los casos en que el niño se levanta por la noche y camina por la casa, la instalación de una cerradura en la parte externa de la puerta de la habitación puede solucionar el problema. De todos modos, sólo se debe cerrar la puerta con llave tras una cuidadosa consideración, con el fin de que el niño no se sienta aislado.
Dificultades en el aprendizaje de los hábitos higiénicos
Habitualmente, los niños aprenden a controlar su intestino entre los dos y los tres años de edad y a controlar su vejiga entre los tres y los cuatro años. A los 5 años, casi todos los niños ya pueden ir solos al cuarto de baño y vestirse, desvestirse y limpiarse. Sin embargo, alrededor del 30 por ciento de los niños normales de 4 años y el 10 por ciento de los de 6 años no ha conseguido todavía un control nocturno constante.
Prevención y tratamiento
El mejor modo de evitar los problemas relacionados con aprender a dejar el pañal es darse cuenta de cuándo el niño está listo para dejarlo. Si el niño se mantiene seco durante varias horas y pide cambio de pañal cuando lo ha mojado es una señal evidente. También lo es que el niño demuestre interés en sentarse en un orinalito o en la taza del retrete y sea capaz de seguir órdenes verbales sencillas. Por lo general, los niños están preparados entre los 24 y 36 meses de edad.
El método habitual para dejar el pañal es el de las horas fijas. Cuando un niño parece estar listo se le enseña lo que es un orinalito y poco a poco se le pide que se siente sobre él con la ropa puesta. Luego se le estimula a practicar bajarse los pantalones, sentarse en el orinalito durante no más de 5 a 10 minutos y a volverse a vestir. Se le dan explicaciones sencillas una y otra vez y se acentúa la explicación colocando pañales mojados o sucios dentro del orinal. Cuando el niño actúa como se esperaba, se le alaba o se le da un premio. La ira o el castigo por un fracaso o un accidente pueden resultar contraproducentes. Este método funciona bien en los niños que orinan o defecan en horarios predecibles. Brindar el estímulo y la recompensa necesarios resulta difícil si el niño sigue horarios impredecibles. En este caso es mejor retrasar el aprendizaje hasta que los niños puedan anticipar la necesidad de ir al cuarto de baño solos.
Un segundo método de enseñanza requiere utilizar un muñeco. Al niño que aparentemente está listo se le enseñan los pasos a seguir en el cuarto de baño simulando que el muñeco está sentado en la taza. Se elogia al muñeco por tener los pantalones secos y por cumplir satisfactoriamente con cada paso del proceso. Luego el niño imita este proceso repetidas veces con el muñeco, al que él también elogia. Por último, el niño imita al muñeco y sigue los mismos pasos mientras su madre o su padre le elogia y le recompensa.
Si un niño se resiste a sentarse en la taza, se le puede permitir que se levante y lo intente de nuevo después de comer. Si sigue resistiéndose durante días, la mejor estrategia es la de posponer la enseñanza durante varias semanas. Alabar o recompensar el hecho de sentarse en la taza con éxito ha dado buen resultado tanto en los niños normales como en los niños con retraso. Una vez establecido el patrón, se le recompensa para cada uno de los éxitos, para luego gradualmente dejar de hacerlo. Las luchas de poder son improductivas y pueden causar tensión en la relación padres-hijo. Si se genera un círculo vicioso de presión y resistencia, es posible romperlo con otras técnicas.
Mojar la cama
Se dice que un niño moja la cama cuando, con edad suficiente para poder controlar sus esfínteres, se orina de forma accidental y repetida durante el sueño.
Alrededor del 30 por ciento de los niños sigue mojando la cama a los 4 años, el 10 por ciento a los 6, el 3 por ciento a los 12 y el 1 por ciento a los 18. El hecho de mojar la cama es más frecuente en los niños que en las niñas y parece ser un problema de índole familiar. Este problema suele estar causado por una lenta maduración, aunque, a veces, acompaña a trastornos del sueño como el sonambulismo o los terrores nocturnos. La causa puede ser un trastorno físico (por lo general una infección de las vías urinarias) en el uno o dos por ciento de los casos. En casos raros, otros trastornos, como la diabetes, pueden hacer que el niño moje la cama. Este problema también puede tener causas psicológicas, tanto en el niño como en otro miembro de la familia.
En ocasiones el niño deja de mojar la cama para luego volver a comenzar. La recaída suele seguir a un hecho o a una enfermedad psicológicamente estresante, pero también es posible que la causa sea física, como una infección de las vías urinarias.
Tratamiento
En los niños menores de 6 años, el médico suele esperar para ver si el trastorno desaparece con el tiempo. En en el 15 por ciento de los niños mayores de 6 años, el problema de mojar la cama desparece sin más. Si no es así, se pueden intentar tres clases diferentes de tratamiento: asesoramiento con terapia de comportamiento, alarmas y terapia con medicamentos.
El asesoramiento con terapia de comportamiento es probablemente el tratamiento más utilizado. Tanto el niño como sus padres reciben asesoramiento. Aprenden que mojar la cama es bastante frecuente, que es posible corregirlo y que nadie debe sentirse culpable al respecto.
Las alarmas son indudablemente el tratamiento más efectivo. Curan el trastorno aproximadamente en el 70 por ciento de los niños y sólo alrededor del 10 al 15 por ciento tiene recaídas cuando las alarmas se dejan de utilizar. Las alarmas, que se disparan con unas pocas gotas de orina, son relativamente económicas y fáciles de instalar. La desventaja de este tratamiento es su lentitud. En las primeras semanas de uso, el niño se despierta sólo después de haberse orinado completamente. En las siguientes semanas, se despierta tras haber orinado muy poco y puede comenzar a mojar la cama con menos frecuencia. Finalmente, la necesidad de orinar despierta al niño antes de que llegue a mojar la cama. La mayoría de los padres comprueba que la alarma puede dejar de usarse tras un período de 3 semanas “secas”.
La terapia con medicamentos es mucho menos utilizada en la actualidad que en el pasado, porque las alarmas son más efectivas y los fármacos pueden tener efectos colaterales. Sin embargo, si otros tratamientos fallan y la familia desea un tratamiento con medicamentos, el médico puede prescribir imipramina. La imipramina es un fármaco antidepresivo que relaja la vejiga y tensa el esfínter que bloquea el flujo de orina. Si el tratamiento funciona, el resultado se apreciará en la primera semana. Esta rápida respuesta es la única ventaja del fármaco, particularmente si la familia y el niño sienten la necesidad de curar el problema rápidamente. Una vez que el niño pasa un mes sin mojar la cama, la dosis del fármaco se reduce a lo largo de 2 a 4 semanas, hasta suspenderse completamente. Sin embargo, alrededor del 75 por ciento de los niños tratados con imipramina finalmente tiene recaídas. Si esto sucede, se puede intentar un nuevo tratamiento de 3 meses con el mismo fármaco. Se toman muestras de sangre cada 2 o 4 semanas mientras está el niño bajo tratamiento para tener la certeza de que el número de glóbulos blancos no ha disminuido de manera importante (un efecto colateral muy poco frecuente, pero grave).
Una alternativa es el aerosol nasal de desmopresina. Este fármaco reduce la producción de orina. Tiene menos efectos colaterales pero es caro.
Encopresis
La encopresis es la defecación involuntaria que no está causada por ninguna enfermedad o anomalía física.
Alrededor del 17 por ciento de los niños de 3 años y el uno por ciento de los de 4 años tiene defecaciones involuntarias. La mayoría de estos percances se produce por la resistencia de los niños a ir al cuarto de baño solos. Sin embargo, a veces están causados por un estreñimiento crónico que distiende la pared intestinal y hace que el niño no se percate de que tiene el intestino lleno y además dificulta el control muscular.
El médico primero intenta determinar si la causa es física o psicológica. Si la causa es el estreñimiento, se prescribe un laxante y se toman otras medidas para asegurar la regularidad de las defecaciones. Si esto falla, deben realizarse pruebas de diagnóstico. Puede ser necesario contar con asesoramiento psicológico para los niños cuya encopresis sea el resultado de su resistencia a ir al cuarto de baño solos.
Fobia
Una fobia es un miedo irracional o exagerado a objetos, situaciones o funciones corporales que en sí no son peligrosas.
Las fobias son diferentes de los miedos normales de una determinada etapa de desarrollo infantil o de los temores causados por los conflictos en el hogar. La fobia a la escuela es un ejemplo de miedo exagerado. Puede hacer que un niño de 6 o 7 años de edad se niegue a ir al colegio. El niño puede directamente negarse a ir a la escuela o quejarse de dolor de estómago, náuseas u otros síntomas que justifiquen quedarse en casa. Estos niños pueden estar reaccionando exageradamente con miedo a la severidad o a las reprimendas de un profesor, factores que pueden atemorizar a un niño sensible. En los niños mayores, entre 10 y 14 años de edad, la fobia al colegio puede indicar un problema psicológico más grave.
Tratamiento
El niño pequeño con fobia a la escuela debe retornar a ella inmediatamente para no atrasarse en sus tareas escolares. Si la fobia resulta tan intensa que interfiere con las actividades del niño y si además éste no responde al apoyo otorgado por los padres o maestros, puede ser necesario recurrir a un psicólogo o a un psiquiatra. Algunos niños se recuperan de la fobia, pero vuelven a desarrollarla nuevamente después de una enfermedad verdadera o de unas vacaciones. El regreso inmediato al colegio no es tan apremiante para los niños de más edad, cuyo tratamiento puede depender de la evaluación de su salud mental.
Hiperactividad
La hiperactividad es un nivel de actividad y excitación tan alto en un niño que afecta a los padres o a las personas que los cuidan.
Generalmente, los niños de dos años son activos y raramente están quietos. También es normal que un niño de cuatro años sea muy activo y que haga mucho ruido. En ambos grupos de edad, esta conducta es normal para esta etapa de desarrollo del niño. Sin embargo, el comportamiento activo es causa frecuente de conflictos entre padres e hijos y puede preocupar a los padres. El nivel en el que la actividad es percibida como hiperactividad depende frecuentemente de la tolerancia de la persona importunada. Aun así, algunos niños son ciertamente más activos y poseen períodos de atención más cortos que lo considerado como normal. La hiperactividad puede crear problemas en los adultos que vigilan a estos niños. Esta alteración puede tener una variedad de causas, como trastornos emocionales y anormalidades en el funcionamiento cerebral. Por el contrario, puede también ser simplemente una exageración del temperamento normal del niño.
Tratamiento
Los adultos generalmente tratan la hiperactividad del niño con regaños y castigos. Sin embargo, esas respuestas suelen ser contraproducentes, acrecentando el nivel de actividad del niño. Puede resultar útil evitar las situaciones en las cuales el niño deba permanecer sentado por largo tiempo, o encontrar una maestra experta en el manejo de niños hiperactivos.
Trastorno de falta de atención
El trastorno de falta de atención significa que el niño tiene períodos de atención escasos o breves y una impulsividad en desacuerdo con su edad, tenga o no tenga hiperactividad.
Este trastorno afecta aproximadamente al 5 o al 10 por ciento de los niños en edad escolar y es 10 veces más frecuente en los niños que en las niñas. Varios indicios de este trastorno suelen descubrirse antes de los 4 años e invariablemente antes de los 7, pero pueden no resultar significativos hasta los años de escuela intermedia.
Este trastorno generalmente es hereditario. Investigaciones recientes indican que es causado por anomalías en los neurotransmisores (las sustancias que transmiten los impulsos nerviosos dentro del cerebro). El trastorno de déficit de atención es a menudo potenciado por el entorno familiar o escolar.
Síntomas
El trastorno de déficit de atención consiste básicamente en presentar problemas de atención continua, de concentración y de persistencia en las tareas. Un niño que padece este trastorno puede también ser impulsivo e hiperactivo. Muchos niños con dicha afección que se hallan en edad preescolar son ansiosos, tienen problemas para comunicar y relacionarse y se comportan inadecuadamente. Durante las últimas etapas de la niñez, estos niños suelen mover las piernas constantemente, agitarse y refregarse las manos, hablar impulsivamente, olvidar las cosas fácilmente y son desorganizados, si bien por lo general no son agresivos. Alrededor del 20 por ciento de los niños con déficit de atención presenta incapacidades en el aprendizaje y cerca del 90 por ciento tienen problemas en sus calificaciones escolares. En aproximadamente el 40 por ciento de los casos, los niños son depresivos, ansiosos y hostiles en el momento de llegar a la adolescencia. Cerca del 60 por ciento de los niños pequeños manifiesta tales problemas en forma de rabietas y la mayoría de los niños de más edad tiene una baja tolerancia a la frustración. Aunque la impulsividad y la hiperactividad tienden a disminuir con la edad, la falta de atención y los síntomas asociados pueden perdurar hasta la edad adulta.
Diagnóstico
El diagnóstico se basa en la cantidad, frecuencia y gravedad de los síntomas. El diagnóstico es frecuentemente difícil ya que depende del juicio del observador. Además, muchos síntomas no son inherentes sólo a los niños con déficit de atención ya que un niño que no padece esta afección puede presentar uno o más de los síntomas citados.
Tratamiento y pronóstico
Los fármacos psicoestimulantes son el tratamiento más efectivo. El tratamiento con fármacos suele combinarse con una terapia de comportamiento realizada por un psicólogo para niños. Frecuentemente se necesitan estructuras, sistemas y técnicas adaptadas a cada circunstancia. Sin embargo, para los niños que no son demasiado agresivos y que provienen de un ambiente familiar estable puede que sea suficiente sólo un tratamiento con fármacos.
El metilfenidato es el fármaco que se prescribe con mayor frecuencia. Se ha demostrado más efectivo que los antidepresivos, la cafeína y otros psicoestimulantes, y causa menos efectos colaterales que la dextroanfetamina. Los efectos colaterales más frecuentes del metilfenidato son las alteraciones del sueño, como el insomnio y la pérdida del apetito; otros efectos pueden ser depresión o tristeza, dolores de cabeza, dolor de estómago e hipertensión arterial. Cuando se ingiere en dosis elevadas durante un período prolongado, el metilfenidato puede retardar el crecimiento.
Los niños con déficit de atención generalmente no superan sus dificultades. Los problemas que se manifiestan o persisten en la adolescencia y en la edad adulta comprenden el fracaso en los estudios, poca autoestima, ansiedad, depresión y dificultades para adquirir un comportamiento social apropiado. Las personas que sufren de déficit de atención parecen adaptarse mejor a las situaciones laborales que a las escolares. Cuando el trastorno de déficit de atención no es tratado, el riesgo del abuso de alcohol o de estupefacientes, o el porcentaje de suicidios, pueden ser más elevados que en la población en general.
Incapacidades en el aprendizaje
Las incapacidades en el aprendizaje consisten en la falta de aptitud para adquirir, retener o usar ampliamente las habilidades específicas o la información; como resultado se producen deficiencias en la atención, la memoria o el razonamiento y además se afecta al rendimiento escolar.
Existen muchos tipos de incapacidades en el aprendizaje y no hay una única causa responsable de ellas. Se cree, sin embargo, que la base de todas estas incapacidades es un funcionamiento cerebral anormal. En algunos países desarrollados, entre el 3 y el 15 por ciento de los niños en edad escolar puede necesitar servicios de educación especial para compensar las incapacidades en el aprendizaje. El número de niños varones con estos problemas es cinco veces mayor que el de niñas.
Síntomas
Un niño pequeño con una incapacidad en el aprendizaje suele tener dificultades para coordinar la visión con los movimientos y puede ser torpe en tareas físicas como cortar, pintar, abrocharse, atarse los cordones de los zapatos y correr. El niño puede tener problemas con la percepción visual o con el procesamiento de los sonidos (por ejemplo, identificar secuencias o distinguir entre sonidos) o problemas de memoria, de habla, de razonamiento y de audición. Algunos niños tienen dificultades con la lectura, algunos con la escritura y otros con la aritmética. Sin embargo, generalmente las incapacidades en el aprendizaje son complejas, con deficiencias en más de un área.
El niño pequeño puede ser lento para aprender los nombres de los colores o de las letras, para asignar palabras a los objetos familiares, para contar y para progresar en las demás experiencias iniciales del aprendizaje. El aprendizaje de la lectura y de la escritura puede retardarse. Otros síntomas son el bajo nivel de la atención y la distracción, habla titubeante y memoria escasa. El niño puede tener dificultad para dibujar y copiar, actividades que requieren una delicada coordinación motora.
Un niño con una incapacidad de aprendizaje puede tener dificultades para comunicar y para controlar sus impulsos y también puede tener problemas de disciplina. Se puede distraer con facilidad, ser hiperactivo, introvertido, tímido o agresivo.
Diagnóstico y tratamiento
El médico examina al niño para detectar posibles trastornos físicos. Luego se le somete a una serie de pruebas de inteligencia, verbales y no verbales, incluyendo pruebas de lectura, escritura y habilidad aritmética. La prueba psicológica es la etapa final de la evaluación.
Aunque no se ha demostrado su efectividad, a menudo se adoptan medidas tales como la eliminación de los aditivos alimentarios, el consumo de grandes dosis de vitaminas y la determinación en sangre de oligoelementos del niño, por si fuera deficitario en ellos. No existe un tratamiento con fármacos que tenga un efecto importante en el rendimiento escolar, la inteligencia y la capacidad general de aprender. Sin embargo, ciertos fármacos, como el metilfenidato, pueden mejorar la atención y la concentración. Este progreso mejora la capacidad de aprendizaje del niño. Una educación adaptada de forma individual es el tratamiento más útil para una incapacidad de aprendizaje.
Dislexia
La dislexia es principalmente una incapacidad específica del aprendizaje basado en el lenguaje; este trastorno interfiere en el aprendizaje de las palabras y de la lectura, a pesar de que el niño posea una inteligencia media o por encima de la media, una motivación adecuada, unas oportunidades educativas apropiadas y una vista y una audición normales.
La dislexia tiende a presentarse en el seno de una misma familia y se da más en niños que en niñas. Este trastorno se debe principalmente a deficiencias por parte del cerebro en el procesamiento de los sonidos y del lenguaje hablado. Las deficiencias, presentes en el nacimiento, afectan a la descodificación de la palabra y pueden causar problemas en la ortografía y en la escritura.
Síntomas y diagnóstico
Los niños en edad preescolar con dislexia pueden empezar a hablar muy tarde, tienen problemas de articulación de las palabras y experimentan dificultades para recordar los nombres de las letras, de los números y de los colores. Los niños disléxicos suelen tener dificultad para combinar los sonidos, rimar palabras, identificar las posiciones de los sonidos en las palabras, segmentar las palabras en sonidos e identificar el número de sonidos en las palabras. Los primeros indicios de la dislexia son la lentitud o las vacilaciones en la elección de las palabras, la dificultad en substituir una palabra por otra y en denominar letras y dibujos. Son frecuentes los problemas de memoria inmediata para los sonidos y para colocarlos en el orden correcto.
Muchos niños con problemas de dislexia confunden letras y palabras con otras similares. Es frecuente la inversión de las letras al escribir (por ejemplo, on en vez de no) o confundir las letras (por ejemplo, d en vez de b).
Los niños que no progresan en el aprendizaje del lenguaje hacia la mitad o al final del primer nivel de escolarización deben ser sometidos a exámenes para saber si padecen de dislexia. Se debe actuar del mismo modo con aquellos que, en cualquier nivel escolar, no leen con la soltura esperada de acuerdo con sus capacidades verbales o intelectuales. Todo niño que se muestra lento para aprender a leer o para adquirir fluidez en el lenguaje debe también ser examinado para descartar que tenga dislexia.
Tratamiento
El mejor tratamiento es la enseñanza directa, que incorpora aspectos multisensoriales. Este tipo de tratamiento consiste en enseñar fonética con una variedad de indicaciones, por lo general separadamente, y, cuando sea posible, dentro de un programa de lectura.
La instrucción indirecta es también útil. Por lo general consiste en un entrenamiento para mejorar la pronunciación o la comprensión de la lectura. Se enseña a los niños cómo procesar los sonidos mediante la combinación de los mismos para formar palabras, separando las palabras en sílabas e identificando la posición de los sonidos en las palabras.
Los tratamientos indirectos pueden ser utilizados, pero no se recomiendan. Se enseña a los niños a leer, a mejorar la lectura o a hablar de forma indirecta utilizando lentes ahumadas que permitan leer las palabras y las letras con mayor facilidad, ejercicios para el movimiento de los ojos, o ejercicios de percepción visual. Se puede probar también con fármacos como el piracetam. Sin embargo, la utilidad de la mayoría de los tratamientos indirectos no ha sido demostrada.

VIERNES SANTO